Vicerrector de Postgrado analiza la situación nacional
Las tesis que desarrollo a continuación son en clave sociológica e histórica. Son brochazos gruesos basados que buscan entregar un aporte para elaborar una visión comprensiva de la grave crisis en que está sumergido el país. Por cierto, es una mirada que debiera ser enriquecida y complementada por otras.
1.- La explosión social que estamos viviendo, cuya chispa la generó el alza de 30 pesos en el pasaje del metro es, en realidad, una manifestación de una crisis de mayor profundidad que dice relación con la crisis del orden social y la crisis del orden político imperante en el país durante las últimas tres décadas.
2.- La crisis que se vive es homóloga a la crisis oligárquica de los años 20 del siglo pasado. Luego de la revolución de 1891 se instaló en Chile una oligarquía dominante que gobernó la política, la economía y la sociedad en lo que se conoció como la “República Parlamentarista”.
Esa vieja oligarquía minero-terrateniente entró en crisis por el surgimiento de dos poderosos movimientos societales: las clases obreras emergentes en una sociedad en vías de transformación productiva y las clases medias en una sociedad crecientemente urbanizada. El resultado fue la sublevación de las masas y el populismo de Alessandri que luego culminó con la reforma a la Constitución del 33, en la Constitución del 25.
Toda la mitad intermedia del siglo XX en Chile se fue avanzando progresivamente y con vaivenes, bajo el marco del “Estado de compromiso”, en un proceso de democratización de la política y la sociedad que tuvo sus notas mas altas con los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende.
3.- El golpe de Estado y el régimen militar no sólo instauraron un modelo neoliberal de desarrollo: en realidad provocaron una profunda transformación de la sociedad posibilitando una re-oligarquización de la misma, claro que ahora esta nueva oligarquía económica, financiera, exportadora estaba orientada hacia la modernización del país.
4.- Los gobiernos de la Concertación genuinamente democráticos en sus inicios, hicieron lo que pudieron para avanzar en democratizar el país, pero luego se fueron quedando atrapados en una política de condescendencia hacia los poderes fácticos. La permanencia prolongada en el poder generó la tentación de mantener una política sociotecnocrática, conservadora y de verse tentados por la corrupción. La elite política no se renovó y entró en colusión, abierta o soterrada, total o parcialmente, con la clase dirigente y empresarial del país.
5.- La recomposición de la nueva oligarquía significó la mantención de un modelo neoliberal extremo que, si bien durante muchos gobiernos (Concertación, Nueva Mayoría) propiciaba compensatoriamente políticas sociales y algunas políticas redistributivas, se apegaba al sacrosanto lema del crecimiento y los equilibrios macroeconómicos dictados por la ortodoxia de los organismos financieros internacionales.
Las promesas de corrección del modelo, tanto de los gobiernos progresistas (Lagos, Bachelet I y II), como del primer gobierno de derecha de Piñera, hacia medidas que apuntaran a resolver problemas sociales e introducir políticas hacia la mayor igualdad, fueron tímidas y, en realidad, fracasaron.
6.- El orden social que se fue imponiendo durante las últimas tres décadas fue de una restructuración de las relaciones sociales bajo el signo de la desigualdad, y con el mercado como regulador de las relaciones, de tal modo que una clase dirigente (empresarial y social) se hizo fuerte y dueña del país. Las políticas sociales de estos años aliviaron la pobreza e incrementaron una clase media emergente. Pero las desigualdades sociales se incrementaron.
7.- En ese orden social se reinstauró – como revolución silenciosa – una nueva oligarquía cuyos privilegios fueron creciendo y no fueron cuestionados. Pero tal orden, que en los primeros años del retorno a la democracia gozó de cierta legitimidad social y política, se fue deteriorando básicamente por dos razones: la corrupción económica y política y el surgimiento de un poderoso nuevo sector social disruptor: los narco con su aliento de la cultura de la drogas y de la delincuencia.
8.- Como retroalimentación del orden social que se deterioraba en su legitimidad y en su capacidad de garantizar sustentabilidad y autorregulación, el modelo neoliberal impuesto alimentaba un cambio cultural de proporciones: la vieja cultura ciudadana, solidaria y republicana se fue destruyendo y se fue reemplazando por una “cultura del disfrute”. El ciudadano se fue desdibujando y pasando a ser considerado, o bien “emprendedor” o bien “cliente”. El consumismo (factible para las clases privilegiadas, potencial por vía del endeudamiento para las clases medias y populares) reforzado por la propaganda y las nuevas tecnologías de la comunicación e información, incentivó una competitividad despiadada y un individualismo posesivo exagerado y destructor del tejido social.
9.- La cultura del disfrute (con el anverso de la moneda, la cultura del “aprovechamiento”) fue ganándose transversalmente a las clases sociales: a las clases privilegiadas que se transformaron varios de ellos en ladrones de cuello y corbata con las multimillonarias colusiones, fraudes al fisco, evasiones de impuestos, etc. y a segmentos específicos de clases populares y medias que se dejaron llevar por la subcultura de la droga, del tráfico, del abuso y la delincuencia.
El desprestigio ha sido generalizado y la contención moral de instituciones como la Iglesia se fue perdiendo dada su propia esfera de corrupción por los abusos sexuales.
10.- La corrupción no sólo se difundió en empresas, en el fútbol, en las iglesias y otras actividades, alcanzó a todos los poderes e instituciones del Estado, al Gobierno, al Parlamento, a las FF.AA., a Carabineros, y al Poder Judicial. Mientras los altos ejecutivos corruptos fueron absueltos o recibieron condenas irrisorias, se tolera la delincuencia común y la gente de la calle percibe que la justicia no es imparcial, sino que siempre se carga la mano a las personas humildes y desvalidas.
11.- El orden social desigual se fue consolidando por salarios y pensiones mínimas indignas, sistema laboral con sueldos que no alcanzar para vivir, trabajo precario, discriminación de género y sexual, abusos sexuales y laborales impunes, privilegio a los patrones y a las grandes empresas, graves discriminación para pequeños y medianos empresarios, salud privatizada, mala atención pública, remedios caros, previsión privatizada absolutamente insuficiente, cuentas básicas de agua, luz, transporte muy elevadas, malas condiciones del transporte público, contaminación, escasez de agua, zonas de sacrificio ambiental, falta de respeto a la diversidad, abusos contra los pueblos originarios y los migrantes, etc. y sistemas de control, supervisión y vigilancia inexistentes o corruptos que “dejan hacer” y dan espacio libre a los abusos de todo tipo.
12.- El discurso legitimador del orden social desigual tuvo por varios años llegada a la población y a los medios internacionales: el crecimiento exitoso de la economía, la nueva posición comercial de Chile en el marco del comercio internacional, la superación de la pobreza, un PIB per cápita que se ha multiplicado, etc.. Chile fue durante años un “ejemplo”, un “modelo a seguir”, un “oasis” en medio de Latinoamérica. Miembro de la OCDE desde el año 2010. Pero bastaba una chispa como la del viernes 18 de octubre de 2019 para que ese discurso se desmoronara.
13.- Las políticas educativas (cuestionables, pero efectivas en ampliación de cobertura) dieron acceso a nuevos contingentes a la educación superior. Un 70% de los estudiantes son primera generación que tiene acceso a estudios universitarios y de formación técnica. Pero tal éxito relativo sólo alcanza para un 45 a 50% de los jóvenes entre 18 y 25 años. Una inmensa mayoría del otro 50% no estudia ni trabaja: varios de ellos matan el día en las calles de la población escuchando rap o hip hop, “jalando” y sirviendo de milicias a las bandas de narcos o criminales organizados.
Los estratos jóvenes de la sociedad se fueron así diferenciando: por una parte, una juventud universitaria masificada con nuevas demandas sociales, especialmente la demanda por gratuidad en la educación y fortalecimiento de la educación pública, y en el otro extremo, una juventud lumpenizada con actitudes refractarias respecto al orden social que los excluye y margina.
14.- Las protestas de los Pingüinos el año 2006 fueron la primera señal de que el modelo y el orden social estaban trizados. Las movilizaciones del 2011 y las que hemos presenciado estos últimos años han fortalecido la idea de que algo se logra saliendo a las calles. Se trata de la cultura estudiantil muy alejada de los patrones sociales de antaño.
En efecto, la nueva cultura juvenil ya no responda a los viejos patrones organizativos, se reúne en asambleas y elige voceros provisorios, se coordina por redes sociales, no lee el diario, y desconfía de las noticias en televisión. Los y las jóvenes se autoconvocan como germen de una democracia directa. Las federaciones estudiantiles tienen menos capacidad de convocatoria y de conducción. En ese contexto, los minoritarios grupos anti-sistema, generalmente inspirados en viejas tendencias anarquistas, encuentran un terreno cultivado para sus “acciones directas”.
15.- El sistema político, en tanto, tampoco goza de buena salud. En realidad, el orden político está en crisis. Durante la dictadura se promulgó la Constitución del 80, que establecía una “democracia protegida”. El Plebiscito del 89 reformó esa Constitución y posibilitó el inicio de elecciones y de gobiernos democráticos. Pero se trata de una carta fundamental que no goza de legitimidad y ha sido cuestionada. El proceso de reforma constitucional impulsado por el último gobierno de Bachelet no avanzó. El debate acerca de la forma de avanzar en la reforma constitucional – si Asamblea Constituyente o Congreso – se estancó.
16.- Los partidos políticos principales y tradicionales han subsistido todos estos años, a diferencia de otros sistemas políticos latinoamericanos donde se han pulverizado. Se ha dado pie a nuevas agrupaciones emergentes como Evópolis o el Frente Amplio. Pero la clase política, en general, ha estado reproduciéndose encapsulada, en parte cooptada por las clases dirigentes y alejada del sentir ciudadano cotidiano, lo que se ha visto reflejado estos días. En general, los políticos autorreproducen sus redes, amiguismos y nepotismos, y están desprestigiados y su labor en el parlamento y en los diversos ámbitos es cuestionada.
El sistema se ha visto reformado y pluralizado dando acceso parcial a la diversidad incrementando la participación en el Congreso. Pero un poco más de la mitad de los ciudadanos no se siente atraído por las urnas y los gobiernos, parlamentarios, alcaldes, y representantes son electos por una proporción de la población en edad de votar. El abstencionismo ha sido el principal partido de oposición al sistema y sigue siéndolo estos años. Se trata de un orden político que presenta un grave déficit democrático.
El orden democrático surgido de la dictadura, con una Constitución del 80 reformada pero vigente, no ha sido sustituido y tal hecho le pesa al sistema político, poniendo obstáculos ahora para su gobernabilidad.
17.- La confluencia, diríamos la “sincronía” (gatillada por el pasaje del metro), de los elementos anteriormente descritos confluyen en el “cocktail” explosivo de estos últimos días.
La rabia generalizada se tomó las calles y allí confluyeron el descontento de los estudiantes, de las dueñas de casa y madres agobiadas por deudas y condiciones de salud de sus familias, de jubilados con pensiones de hambre, de trabajadores y trabajadoras abusados laboralmente, con sueldos insuficientes, estresados por deudas y la explotación laboral, de estudiantes que luchan por una sociedad más justa y de organizaciones antisistema que luchan contra el “Estado opresor”, de protestantes pacifistas y de violentistas, de adultos conscientes de su dignidad y delincuentes oportunistas, de sectores acomodados insatisfechos con la calidad de vida y narco-lumpen auto-organizado y saqueador; de moros y cristianos, de derecha e izquierda, frente a una medida que se consideraba injusta e indignante.
Es una protesta contra el orden social deslegitimado, pero también contra el orden político que ha sido incapaz de dar solución a los graves problemas que vive el pueblo de Chile desde hace tantos años.
18.- La búsqueda de salida, se ha dicho, está en el diálogo social y político y en avanzar en un nuevo “Pacto Social”. Pero sabemos que los pactos sociales son rígidos y muchas veces logran aplacar las demandas, pero sin darles adecuada resolución, por lo que no resuelven el problema de fondo y hace que éste permanezca latente.
El gobierno de Piñera ha dado marcha atrás en sus medidas iniciales de subida del precio del transporte y ha anunciado todo un paquete de medidas de una agenda social. Pero no se incluyen medidas de fondo que afecten el orden social oligárquico y el orden político con déficit democrático.
19.- El orden y la seguridad de las personas ha estado en riesgo estos días. Se han producido muchos actos de violencia, destrucción de bienes públicos, y bienes comunes, como estaciones de metro, supermercados, edificios públicos. Hay consenso en que la violencia y el vandalismo debe concluir porque, en última instancia, atenta contra las personas y es antidemocrática. No se impone por la fuerza una legítima demanda social; tampoco el orden se restituye por represión. Los poderes establecidos deben saber escuchar la voz de la gente. Esto, más allá de la retórica del gobierno que incluso pide perdón pero que mantiene la represión policial. Todos los sectores políticos, todas las organizaciones sociales de este país, incluyendo a la clase empresarial, deben confluir a un nuevo “acuerdo país”.
20.- Se ha declarado el Estado de excepción constitucional con los militares en la calle. Se han comenzado a denunciar atropellos a los derechos humanos cometidos por fuerzas de orden y de seguridad. Es cierto que el orden social y político requiere estabilidad. Pero un orden social y político garantizará estabilidad, en el tiempo, cuando haya efectiva voluntad de parte de todos los sectores involucrados, de avanzar en un gran cambio del orden social y del orden político de la República.
21.- La única manera de avanzar en una búsqueda de solución a la crisis es proponer un gran acuerdo por la democratización de la sociedad y un gran acuerdo por la democratización del sistema político. Democratización social significa medidas efectivas en economía (previsión, laborales, tributarias) de salud, educación, sociales, culturales y comunicacionales que permitan avanzar en una real redistribución de la riqueza. Democratización política que signifique un nuevo orden constitucional inclusivo y verdaderamente democrático y participativo. Las fuerzas políticas debieran buscar los mejores caminos pacíficos y democráticos para avanzar en esa dirección.