Te invitamos a leer la reseña del libro "Chile en el Vértice de la Transformación Social"

(Re) Planteamientos psicosociales en tiempos de crisis global. Aportes y miradas con-movedoras sobre conflictividad social y pandemia. (González, S. Barraza, M. Magaña, I., Calquín, C., Castillo, D. 2021)
 
Esta reseña fue escrita por el Vicerrector de Postgrado y Doctor en Sociología Cristián Parker, quien además participó en el lanzamiento del libro.
 
 
En estos tiempos de crisis global, conflictividad, pandemia, que son también tiempos de crisis personal, búsqueda de nuevas armonías y resiliencia, un libro de esta naturaleza es un viento fresco en el marco de nuestra cotidianeidad abrumada por la pandemia. 
 
En la dialéctica de la historia ¿o de la gran historia? que nos sacude en este pequeño espacio-tiempo llamado Chile, vivimos tiempos de emergencia. Tiempos revueltos y de revueltas, tiempos reprimidos y de represiones. Tiempos de indignación por los abusos y de abusos indignos. Tiempos de contagios, físicos, virales, y de contagios de entusiasmo por una protesta contenida por años. Tiempos de desilusión, impotencia, rabia, prepotencia, pero sobre todo tiempos de incertidumbre. Tiempos “constituyentes” y de anhelos de cambio. 
 
Este libro nos habla de las tres grandes emergencias vividas este último tiempo: la emergencia social luego del estallido del 2019; la emergencia sanitaria luego del COVID-19 y la emergencia climática declarada a fines de 2020 por la ONU, “hasta que se alcance la carbono neutralidad”. Aunque, quizás por su enfoque psicosocial, se explaya más en las dos primeras que en la última. 
 
Como afirma Judith Butler “estamos viviendo una pandemia mundial en condiciones de cambio climático”. Y se podría agregar, para Chile, esta pandemia la estamos viviendo en condiciones de una gran crisis social y política nacional. 
 
Este libro trata de estas situaciones de emergencia, de cómo impactan a la vida personal, psicológica, psicosocial, comunitaria, cultural, societal y política y entrega pistas para su análisis e interpretación teórica, epistemológica y crítica. 
 
La emergencia derivada del estallido social se explica, entre otras razones, por la rebelión contra la sociedad del abuso. Y esa sociedad del abuso se gestó al amparo de un proceso de re-oligarquización de la sociedad chilena bajo el régimen militar, y que continuó su camino durante los procesos democratizador bajo el signo del neoliberalismo. 
 
En ese contexto la ideología meritocrática legitimaba desigualdades y abusos, pero sabemos, por las críticas de variada literatura anglosajona, que la meritocracia es una falacia (Mark) cuando no una trampa (Markovits). En los hechos, los relatos meritocráticos se transforman en justificación de las desigualdades reales.  Sólo una parte menor de las diferencias de ingreso y riqueza entre las personas se explican por sus propios méritos. Mucho más importantes son otros factores que no dependen de los individuos, como por ejemplo, la cuna. 
 
Con un Chile aparentemente exitoso y una clase media creciente, las desigualdades y el abuso se incrementaron, en el marco de un sistema que los generaba, y el descontento soterrado fue surgiendo desde mediados de la década del 2000, liderados por estudiantes secundarios. 
 
El despertar de la sociedad civil frente a los abusos del modelo neoliberal chileno – otrora alabado en las esferas de poder por sus éxitos – que entró en una crisis endémica, se vio reflejado hasta ahora en mareas que van y que vienen, con una semántica y un andamiaje propio (explicada en el capítulo del libro escrito por  Castillo) y que ciertamente revela un malestar ciudadano creciente y una toma de distancia frente a instituciones que han perdido su legitimidad. Políticas gubernamentales, y élites políticas de turno, que no han respondido a las expectativas, corrupción creciente, instituciones cuyo prestigio se desfondaron como la policía y la Iglesia, y un Estado que tendió a incrementar sus respuestas represivas. 
 
Las policías han sido insuficientes (o impotentes) para controlar el contrapoder del narco-crimen organizado y en cambio han sido reforzadas en su capacidad represiva hacia la gente que legítimamente reclama sus derechos. No extraña ver el agudo análisis en varios capítulos del libro acerca de esta dimensión represiva del estado chileno hacia la población y los pueblos indígenas (Calquín y Henríquez) lo que en términos conceptuales Becerra analiza como la “asimetría estructural de las policías respecto de la población”.  
 
Las “masas” ahora desprovistas del sentido colectivo de antaño, empujadas más por el resentimiento frente al abuso y la discriminación, se despertaron de su letargo. Se mezclaban desilusión, olvido, descontento, trauma, como bien analiza Jeria en su capítulo. Pero sobre todo se reivindicaba el valor de la dignidad (como recalca Barraza en su ensayo).
 
Con todo, uno de los factores que terminó por deslegitimar el régimen social, y que de paso ha exacerbado los ánimos, ha sido, además del “abuso” sistemático, que la oligarquía haya amparado a la corrupción. La rebelión era entonces también contra de una oligarquía que había legitimado, o al menos encubierto, la corrupción en todos los ámbitos de la vida, incluyendo el fútbol y la religión. 
 
Más allá de ese desprestigio de la política, lo cierto es que el sentir profundo de las masas, de los ciudadanos de a pie – ese sentimiento de solidaridad escondido – salió a flote y se fue reconfigurando como voluntad constituyente que estamos ahora presenciando cómo se despliega – con sus luces y sombras – a propósito de las elecciones de la Convención Constitucional que viene.
 
Toda esta rebelión, y el sentimiento antioligárquico, esta transversalmente impulsada y potenciada fuertemente, además, durante este siglo, por los feminismos que denuncian a las oligarquías por su impronta patriarcal (análisis de Saballa y Urzúa). La poderosa fuerza que le ha impreso el feminismo a los nuevos movimientos sociales es un dato fundamental de esta causa.
 
Por otra parte, las corrientes profundas del sentido social, de la vocación solidaria que late en los humanismos de los ciudadanos, no había desaparecido del todo. Las solidaridades – como argamasa de la resiliencia colectiva (que analizan Montealegre y González)- constituyen, incluso en condiciones del aislamiento pandémico, factores que resucitan a la hora de pensar lo colectivo y posibilitan capacidades de respuestas y formas de contención que permiten enfrentar las incertidumbres y reconstruir certezas (González).
 
Por su parte, la emergencia planteada por la pandemia sabemos que no es sólo un hecho biológico generado por un inquietante y ya predicho virus que afecta silenciosamente nuestro sistema inmune (como afirman Alzueta y Rodríguez).  Es también un hecho socialmente construido. Como afirman Magaña y Loyola la pandemia es también un dispositivo ideológico y mediático.
 
La epidemia y su secuela de muerte que reinstala una cultura del miedo, un escenario necrológico (ver Calquín, Henríquez), genera condiciones – fortalecidas por medidas neoliberales y un gobierno ineficaz – para la generalización de la incertidumbre.  Comienzan a circular un conjunto de lenguajes –científicos, militares, jurídicos, mediáticos, culturales- que adoptando distintos mensajes cumplen con un fin biopolítico de control social. (Magaña y Loyola). Surgen las ansiedades, las hipocondrías y fobias, incluso trastornos compulsivos, y más allá, “histerias racistas” y “virus ideológicos” al decir de Zizek. Diversas formas de narrativas, fuerzas invisibles y procesos inverificables (Latour) que pretenden explicar el funcionamiento social de la pandemia y sus consecuencias.
 
Estas nuevas formas de sociabilidad que surgen en estos periodos de pandemia y cuarentenas, afectan los diversos ámbitos convencionales de las interacciones sociales y laborales. Sus consecuencias son variadas. Por una parte, desafían las formas presenciales y corporales de interactuar (Merino), por otro lado, el teletrabajo y la introducción de medios informáticos y de inteligencia artificial en la vida laboral, exigen repensar este nuevo mundo del trabajo (Muñoz). Unas de las cuestiones interesantes a repensar es la mayor relevancia de los liderazgos y de las mentorías, sobre todo en situaciones laborales donde la política de la inclusión se hace indispensable (Rodríguez y González). 
 
Estas nuevas condiciones de existencia social generadas por la pandemia y el ciberespacio perturban la cotidianeidad, incrementando el estrés, y los impactos psíquicos y fisiológicos, frente a los cuales el individuo se ve afrontado, dando origen, en muchos casos, a psicopatologias mayores (capítulo de Loubat).
 
En el ámbito de las profesiones y los servicios, las mediaciones virtuales y la mayor injerencia de lo virtual en nuestras relaciones laborales remotas afectan de maneras insospechadas a las vidas personales.  En el caso de profesiones como la psicología la ciberpsicología y sus innovaciones  tecnológicas (capítulo de Cabrera y Magaña)   son un buen ejemplo de cómo hay que repensar los ámbitos de desempeño laboral para hacer frente a la magnitud de efectos de la pandemia y la post-pandemia.
 
En fin, el impacto de la emergencia sanitaria se ha hecho muy evidente en el ámbito de la educación. Para mantener el sistema educacional en funcionamiento las autoridades e instituciones han debido recurrir a la educación a distancia, para la cual la mayoría de los establecimientos educacionales de todos los niveles incluyendo el universitario no estaban preparadas. Las exigencias de la educación on-line (ver Merino) ha supuesto un conjunto de adaptaciones a estas contingencias (capítulos de Pasmanik y  colegas  y Tolentino-Toro y  colegas), incluyendo un gran esfuerzo de adaptación de parte de los estudiantes y de los profesores. Resulta interesante el capítulo acerca de las experiencias de los/las profesores universitarios que se vieron tensionados/as en sus subjetividades (Henríquez)
 
Estas catástrofes y sus tragedias, por una parte, afectan física, mental y socialmente a personas y comunidades (análisis de Loubat), y también levantan un cuestionamiento epistemológico a la razón autoafirmativa y antropocéntrica al evidenciar la precariedad de la existencia humana (reflexiones de Calquín y Henríquez).
 
Los trabajos de este libro permitirán comprender estas tres emergencias y varias otras cuestiones de manera más profunda y asertiva.  Los autores y la editorial, a raíz de esta iniciativa, tienen el mérito de proponernos un conjunto de temáticas de primer orden y por medio de su análisis agudo posibilitarnos una nueva mirada sobre esos acontecimientos.  
 
En estos días cuando los medios de comunicación nos atiborran con noticias de nuevos contagios y muertes y de robos y violencia, se hace muy necesario mirar en perspectiva. Este libro nos posibilita pensar cómo enfrentar las emergencias de las que habla, con una propuesta de reflexión y de mirada distinta. Sus autores nos entregan valiosísimos elementos, reflexiones, conceptos y pistas que nos posibilitan pensar, no sólo acerca de lo que acontece y su complejidad y ponerlo en un contexto, sino que también acerca de las necesarias transformaciones y cambios profundos que estamos llamados a gestar en nuestras vidas, personales y colectivas, en nuestra sociedad y en nuestra relación con la naturaleza.  
 
Cristián Parker Gumucio
Dr. en Sociología 
Vicerrector de Postgrado
Universidad de Santiago de Chile